Yo soy muy mala perdedora. Es verdad. Una verdad irreductible, pero así como soy una mala perdedora soy muy buena sacando cosas positivas de donde no las hay.
En un ejercicio de valentía decidí inscribir mi carta al Concurso de Cartas de Amor de Montblanc, y ésta carta quedó entre las 438 que fueron preseleccionadas. Es cierto, no es lo mismo haber sido preseleccionada que haber quedado en el Top 10 de las finalistas, pero ¿sabe qué? mi carta la leyeron 800 personas y gracias a ella me contactó gente que ni siquiera sabía que yo escribía, y ya eso es ganancia.
Usted puede llamarlo ''consuelo de tontos'', pero hoy, después de haber llorado mi guayabo epistolar quise empezar a ver las cosas en perspectiva.
Mi carta ''A ti, Fulano'' era una versión mucho más corta y edulcorada de un texto que empezó siendo el bosquejo de una escena imaginaria, producto de un episodio que viví y que de tanto repetirlo en mi cabeza cogió forma de carta. Para el concurso tuve que cortarle un poco de trozos, pero hoy, aquí en este blog, sin límite de caracteres pienso colocarle la versión completa.
Y si, la vida puede ser un concurso, y yo puedo ser muy mala perdedora, pero míremosle el lado positivo, ahora usted podrá leer todo lo que quise decirle en algún momento a Fulano.
Una escena común, una ella (preciosa, bajita, vestida de jeans y camiseta blanca, con converse amarillos y lentes de pasta), está frente a frente con un él cualquiera (vestido con un sweater gris oscuro, jeans negros y zapatos deportivos del mismo tono), están en un café anónimo en una ciudad igual a cualquier otra, esperando sus respectivos cafés. Antes estaban hablando y la chica le había tratado de decir algo a éste él, cuando este la interrumpió para hacer el pedido.
Él: ¿Qué me ibas a decir cuando te interrumpí?
Ella pensó: “que si te miro me transpiran las manos y que si me tocas se me acelera el corazón. Que si te ríes, te iluminas y creo que si en ese momento me filmasen el alma, me vería como una tonta, en technicolor y arcoírica, etérea y volátil. Que a veces me imagino cómo sería despertarme contigo, y reírnos de cosas que nadie entiende. Que no soy tan dura como piensas, ni tan racional como crees. Que me das ganas de decirte lo que siento al estilo chick flick:
Que quiero jugar a las escondidas y decirte cuánto me gustan tus zapatillas y sentarme en el borde de la bañera mientras te bañas y hacerte masajes en el cuello y darte besos, y mirarte provocativamente mientras te envuelves con la toalla.
Y verte en la calle para encontrarnos en alguna estación y hablar del día a día, de nuestras vidas y rituales profesionales. Y que me gustaría irme contigo a cenar y que no me importe que comas de mi plato, ni que me ayudes a elegir el postre.Y tipear tus cartas, y consignar juntos nuestros documentos, y que haya un buzón a nuestro nombre para que justo allí se acumulen las facturas, que las revistas de suscripción lleguen a nombre del Señor y la Señora seguidos por tú apellido.
Y quiero llenarte la vida de listas, de post-its, de besos dibujados en el cristal empañado del baño mientras te afeitas por las mañanas, y quiero meterte papelitos en el bolsillo de tú saco para que los descubras cuando llegues al trabajo. Y quiero reírme de tus paranoias y regalarte discos que nunca escucharás y ver películas buenísimas y pésimas y quejarme del programa de radio y sacarte fotos cuando estás durmiendo y levantarme para prepararte café con medialunas y galletitas.
Y, después ir a tomar vino durante la cena de los viernes, y que me enseñes la diferencia entre un Merlot y un Cabernet y dejar que me robes los cigarrillos y que nunca tengas encendedor y contarte lo que vi en la tele la otra noche en la que te quedaste dormido a la mitad del documental, y recriminártelo con mi voz aniñada, y picándote el ojo, para que sepas que hay entre nosotros mucha química y complicidad.
Y ordenarte la ropa por colores, y tratar de ser más organizada, y dejarte siempre una sorpresa en tú mesa de noche.
Y ayudarte a vestir por las mañanas,y hacerte el nudo de la corbata, y buscarte el maletín y despedirte en la puerta, para arreglarme yo e irme a mi trabajo. Y que los domingos nos levantemos tarde y desayunemos juntos en la terraza, leyéndonos en voz alta los titulares de la prensa, y que andemos en fachas ese día. Y que vayamos al teatro, o a una galería o a una cata de vino todos las semanas para evitar caer en la rutina monótona de las parejas de hoy en día.
Y acompañarte al oculista, al doctor, y hacerte entender cuando salgamos del médico, del banco, y del juzgado que TODO VA A ESTAR BIEN. Y darte la mano fuerte cuando vamos por la calle, y dejar que me abraces por la cintura, y que me des besitos en la punta de la nariz, y que coloques tu mano por mi cintura sin ninguna contemplación.
Y hacer un esfuerzo por no reírme de tus chistes malos, ni de tus manías infantiles, y tratar de entender que te encantan las comiquitas y los videojuegos, que no soportas la política en exceso ni que te hable –exclusivamente- de mi vida académica.
Y que me sea común desearte, y tener ganas de saltarte encima por las mañanas pero aún así entender que a veces debo dejarte dormir un poco más, porque estás cansado; que debo dejar fluir mis ansias de besarte la espalda y acariciarte la piel y decirte al oído cuánto amo tus manos, tú cuerpo, la barba de tres días que te dejas, el perfume que te pones, lo bien que besas, ese espacio cóncavo que hace tú mandíbula con tú hombro en el cual apoyo mi cabeza cuando estoy triste.
Y decirte además, que amo lo inteligente, amable y considerado que eres, y tú tono de voz ronquito, y la cantidad de años que me llevas, y que siempre estés dispuesto a pedirle más a la vida.
Y sentarme a leer un libro y a fumar en la escalera de la casa hasta vuelvas y preocuparme cuando te atrasas y sorprenderme cuando llegas temprano y no me avisas con anticipación. Y regalarte girasoles e ir a todas tus fiestas corporativas y bailar contigo toda la noche. Sonreírte desde el otro extremo de una reunión y que con solo ese gesto sepas que eres el único.
Y sentirme culpable cuando peleamos y no tengo razón, y cuando rompo mis promesas y te defraudo; y sentirme feliz cuando me perdonas, y me besas, y comprendes mis arranques. Y mirar tus fotos y desear haberte conocido desde siempre y sentir tú voz en mis oídos y sentir tú piel contra mi piel.
Y tener mucho miedo de que te enojes y pongas la cara de domingo fatídico, y que me quites la mano de tú cuello y que repitas la frase ‘’inapropiado’’, y temblar como una niñita porque estás sintiéndote miserable; y tener un temor horrible a que te vayas, o a que algo malo te pase.
Y abrazarte cuando estés ansioso y ser tu sostén cuando la vida te duela, agarrar tú mano con fuerza y mirarte a la cara, y besarte en la frente y que solo con eso sepas que estamos juntos en esto.
Y quiero desearte sólo con olerte y abusar de ti al tocarte, y envolverte toda la noche y morirme de frío cuando me quites la cobija y de calor cuando no lo hagas y añorar el contrapeso que haces en el otro lado de la cama cuando te ausentes por viajes laborales y derretirme cuando sonrías y desintegrarme cuando rías y no entender porqué piensas que te estoy rechazando cuando no lo estoy y preguntarme cómo es posible que pienses que alguna vez podría rechazarte.
Y preguntarme quién eres pero aceptarte igual y contarte de la niña del bosque encantado, del ángel, de los árboles que hablan y de ésta pobre tonta que voló a través del océano porque te amaba y escribirte poemas y cartas y preguntarme por qué no me crees y tener un sentimiento tan profundo que no encuentre palabras para decirlo y retenerte en la cama cuando te tengas que ir y llorar como un bebé cuando finalmente te vayas.
Y comprarte regalos que no quieras y llevármelos otra vez y suplantarlos con detallitos absurdos que solo un hombre como tú pide y un día cualquiera, dejarme de remilgos infantiles y pedirte que te cases conmigo y que me digas que sí mirándome a los ojos; y saber que llegaremos a viejos juntos y que nos retiraremos a vivir en un pueblito griego rodeados solo por el mar.
Y querer todo lo que quieres y pensar que sin ti estoy un poco perdida y saber que cuando estoy contigo estoy a salvo.
Y contarte lo peor de mí, incluso aquellas cosas que por temor ni a mi almohada le he confesado e intentar darte lo mejor de mi misma porque tú lo mereces y obligarme a contestar tus preguntas incómodas (aún cuando prefiero no hacerlo) y decirte la verdad cuando en realidad no estés preparado para oírla y ser honesta porque sé que tú lo prefieres y pensar que todo se acabó pero aferrarme allí durante diez minutos más hasta que me eches de menos y entiendas que tú vida sin mi no es lo mismo porque somos de la misma calaña.
Y quiero aprender a conocerte como me conoces tú, y saber leer los subtítulos que aparecen bajo tus sonrisas, y guardarte las caricias en la caja del recuerdo, y atesorarte los sueños, y desecharte los miedos y hacerte entender que el esfuerzo que hagamos vale la pena y hablarte mal en catalán para que no entiendas mis molestias y así no acumulemos resentimientos y hacer el amor contigo a las tres de la madrugada y de alguna de alguna manera comunicarte algo del irrefrenable amor que te tengo.”
(A lo que ella lo mira, se muerde el labio inferior y dice)
Ella: nada, no tiene importancia.