Lorena había llamado a Bárbara para contarle sobre su desamor, sobre ese despecho cósmico-karmático que la acosaba desde hace no sé cuántas horas. Mails, pines, mensajes de textos. ''B, coño, aparece''. ''Bárbara, no olvides el tequila, que esto va pa' largo''. ''Barbie, por favor, te necesito amiga, regresa''.
Bárbara tenía miedo de ir al encuentro con Lorena. Miedo, sí, de ese miedo que se nos aloja entre el pecho y el pulmón izquierdo, un miedo en el que sabemos muy bien de que va el asunto pero del que aún preservamos un cachito de esperanza que nos haga quedar en evidencia y nos pruebe equivocadas. Bárbara quería equivocarse, quería ver a Lorena y descubrir que no había tal tempestad amorosa. Bárbara, tenía esperanza en que la historia de Lorena funcionara, para que así, ella tuviese un consuelo, una experiencia tangible de que el amor existe, llega de pronto y dura más que el proceso de revelado de una foto.
Era una tarde cualquiera, de esas que pasan sin pena ni gloria, Bárbara sentada frente a una taza de café negro en una plaza medio desierta y Lorena removiendo con histeria su expresso doble.
-¿Qué es lo que sucede Lore?, te noto un poco alterada.
-Nada, lo de siempre. Que me enamoré del artista, del recogelatas chic, de ese que tenía pinta de no romper un plato. Que me enamoré, y para que el karma viniera a cobrarme todas mis marramucias resulta que este tiene novia. Que no es la excepción, que es tan parte de la jodida regla como todos. Que los músicos, los artistas, los fotógrafos, los pintores son iguales. Cortados con la misma tijera, revelados en el mismo maldito cuarto oscuro. Que yo, la que ''no se enamora'', la que ''folla sin agarrar cariño'', se enamoró. Que dormí con él, que hice el amor, que caminé de la mano, que me tomé fotos cursis. Qué el no está, y no es. Que no está conmigo, que no es lo que creía.
-Ay Lorena, y yo que tenía fé. Esperanza, que le aposté a ese don nadie para ver si el milagrito te ocurría a ti, y yo me tranquilizaba un poco, porque que tú estuvieras enamorada me daba paz, esperanza, ilusión. El asunto, mi Lore, es que estamos igual de rotas, de devastadas. Pero tú acabas de romperte, y no sabes siquiera si vas a juntar los pedazos de ti misma que andan en el suelo. El punto, es que yo me he roto tantas veces que justo ahora acabo de reunir mis trocitos, los separé por colores, los encajé, y me estoy arriesgando de nuevo a que me avienten contra el suelo y me desbaraten de una vez por todas.Porque sé que eventualmente los pedacitos dejarán de coincidir,porque eso es lo que pasa cuando una se rompe, la primera vez identificamos las piezas y las encajamos como podemos, pero ya a la vez número mil las piezas no se unen,hay trocitos que se perdieron en el camino, unos que la visita barrió, y no nos queda más que remendarnos como podemos, y lanzarnos al abismo del amor con el corazón empegostado de pega y teipe, fingiendo que tenemos un corazón entero, sano, sin ninguna herida visible, y arriesgarnos a que por una vez, y para siempre no nos lancen el corazón al suelo.
Ambas se miraron, con los ojos aguarapados, fingieron una sonrisa cómplice de esas de ''todo va a estar bien'', sorbieron el café en silencio, con la esperanza vaga de que todo fuera una mentira, de que no hubiera corazones que remendar ni tardes lluviosas para hablar de lo mismo.