Creo en la Constitución, la más grande de las sagradas escrituras de los hombres. El invento supremo de la democracia.
Creo en la libertad, hija única de la voluntad del ser humano y del libre albedrío.
Creo en la verdad como la imaginación de una conciencia pura. Creo en ella como creo en el batir de las alas multicolores de una mariposa en su vuelo errante.
Creo en que las leyes han sido el invento más racional para la convivencia humana. Creo que son éstas y no la capacidad de hablar las que nos separaron hace siglos de los demás miembros de la cadena evolutiva.
Creo que hablamos porque dentro de un lugar oscuro de nuestra mente tenemos la capacidad innata de mentir, la cual a veces flirtea con nuestro verbo y lo confunde.
Creo en la paz por más idealista que suene. Creo en suplantar las balas por claveles, y los militares por filántropos.
Creo en que estamos en constante lucha. Y que ésta es de igual a igual, y contra uno mismo, lo que la vuelve un campo de batalla ,de supervivencia y métodos poco ortodoxos.
Creo en que la vida debe estar marcada de experiencias, triunfos y fracasos, creo que debe tener emociones, sensaciones e histerias. Es preferible tener una vida así que una pseudo existencia marcada por la cobardía como único motor de inacción diaria.
Creo que es mejor sentir a pensar. Pero creo que es preferible siempre pensar antes de dejarse llevar.
Creo en la fuerza revolucionaria de las caricias y las miradas. Ya que de las mismas brotan amores o traiciones.
Lo que me lleva a decir que sí creo en el AMOR. En que se necesitan acompañantes y testigos, y en que una habitación es el único recinto que no requiere de traductores porque allí no hay barreras idiomáticas ni fronteras.
Creo que no hay códigos para aquellos que se unen en una vida o en un motel de carretera.
Creo en la necesidad y en la costumbre como los enemigos silentes y acechantes de cualquier tipo de sentimiento en éste mundo.
Creo que aunque duela es mejor tener compañía que tener una vida colmada de soledades.Creo que el amor no es sentimiento, sino la ausencia total, prolongada y decidida de la soledad.
Y por último creo en los abogados, que vinimos a convertirnos en los únicos debajo de Dios, porque en éste mundo de desvergüenzas buscamos la justicia.
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