miércoles, 15 de febrero de 2012

Lugares Comunes.

Portadas de revistas que nos muestran caras y cuerpos perfectos. Vallas que nos enseñan cinturas delineadas y abdominables esculpidos. Piernas torneadas, sin celulitis. Spots publicitarios que nos venden productos para ser ''como ellos''.Rostros sin arrugas ni rastro alguno de expresión. Cabellos lisos o rizados llenos de productos químicos de estilizado. Barbas perfectamente recortadas. Cuerpos que se han vuelto superficies lisas, como una alfombra ridículamente lampiña. Sonrisas blanqueadas artificialmente. Queratina, lipoescultura, láser, bótox. 

Todos mintiendo, tratando de ser aquello que no somos. Inconformes seres humanos azotados por la perfección de otros, los famosos, los bellos, los adinerados. Luchando día a día contra nuestros complejos, fingiendo que no tenemos debilidades, que somos invencibles, esculpidos por algún cirujano, por un gimnasio afamado, por un dietista consagrado.

Pues no, creo que está llegando la hora de reivindicar la belleza de la gente corriente, de los ''simples mortales''. Rescatemos la belleza de las personas que nos encontramos en la vida, por el metro, trotando en algún parque, llevando el carrito del supermercado. Busquemos la belleza sencilla de la chica que se levanta y no se esmera siquiera en combinarse porque se le ha hecho tarde para llegar a clase. Veamos la belleza de ese muchacho que tímido se esconde bajo unos lentes de sol en la parada de autobús.

Vamos a sorprendernos con la belleza de la madre que con ojeras, arrugas y la blusa manchada de café lleva a sus hijos al colegio. Admiremos al cuarentón que se anima a hacer yoga y luego se come una arepa reina pepiada mientras lee la prensa.

Unámonos en una cruzada por aceptarnos tal como somos, por dejar de quitarnos minutos de alegría tratando de ser como ''ellos, los medios, la sociedad, las empresas'' quieren que seamos.

Vayamos a la calle, con los ojos abiertos, prestando atención a esas pequeñas imperfecciones que atraen. Como los zapatos llamativos de la chica que lee distraída en un banco un libro de Sartre. Como la sonrisa de un hombre que tiene ortodoncia. Como las canas que se asoman en una barba, como las arruguitas que se forman en la comisura de los labios simulando un par de paréntesis.

Creo que el placer visual de sabernos normales, cercanos, HUMANOS, está al alcance de una mirada, es solo cuestión de asumir el reto y prestar atención, quién quita y nos encontremos una belleza digna de Hollywood en nuestra esquina.



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