lunes, 13 de febrero de 2012

Tres millones de pasos o de votos.

Todos los días amanece más o menos de la misma manera.

 Suena la alarma, o el ipod, o cualquier aparato que uso para despertarme, le doy a ''pausa'' por unos minutos más hasta que el nuevo día cae encima de mi como un yunque. Es hora de levantarse.

Todos los días, desde que recuerdo, vivo en este país que parece estar cada vez más al margen de la legalidad, sumido en un estado de total abandono, como una mujer que ha perdido el amor propio y se ha echado a morir.

Tengo meses tratando de encontrar una esperanza, algún discurso político que me anime, algún evento que me entusiasme, un proyecto que me apasione, que me haga abrir los ojos en el medio de tanta desidia y me ayude a convencerme a mi misma, y a tantos otros que ''ya no, no más''.

Hasta ayer. O mejor dicho, hasta hoy.

Ayer, como he hecho cada vez desde que cumplí 18 años y me inscribí en el REP, salí a votar, con cierto recelo al ver el panorama que teníamos, unas primarias para elegir un contrincante que sin el dinero y los recursos, las triquiñuelas y demás maniobras del gobierno, se enfrentase a Chávez en las elecciones presidenciales del 7 de octubre.

Mi centro estaba casi vacío -cosa que me desanimó un poco más-, llegué confundida a mi máquina, apreté los dos óvalos, recibí mi papeleta y la deposité en la caja. Manché mi meñique de tinta, salpiqué casi toda mi mano, y salí del centro con la conciencia tranquila. 

Al menos yo cumplí mi deber -me dije-.

Llegué a casa un poco cabizbaja, sin ánimos de creer ningún pronóstico de los videntes de Twitter, o las cadenas que incesantemente mandaban vía PIN. Me senté en la computadora y puse algo de música para no ser presa de la angustia que me da cada vez que hay un proceso electoral.

Pasaron las horas, y Teresa Albanes salió a dar el primer boletín. 

Ya teníamos candidato, no mi candidato, pero candidato al fin, y me alegró muchísimo oírlo, no porque fuese él, ''el elegido'', sino porque tres millones de venezolanos decidimos romper el miedo y participar, decirle a los partidos ''yo lo elijo a él, o a ella, o al que sea, pero lo decidí YO, con MI VOTO''.

Fue tan esperanzador, como sentirse una guerrera en mitad de ''300'', como saberse parte de algo grande. Y sí, sé muy bien que no todos votamos ayer, que el miedo o la comodidad, o el ''otros deciden por mi, no soy tan necesario como creen'' hizo que muchos se quedaran en sus casas.

Pero les digo, ayer no los necesitamos, pero a partir de hoy, sin USTEDES no podremos terminar de lograrlo. Así que en octubre no hay excusa, no hay pretextos, solo hay un solo verbo a conjugar: ''VOTAR''

Hoy amanecí, contenta, confiada... sintiendo que estamos un paso más cerca del país que merecemos y tres millones de pasos más lejos del país que tenemos.



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